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Directrices para la prevención

Una nueva forma de decir CHEERS: ¿En qué casos debería emplearse el Cubo?

En los últimos años, hemos recibido muchísimos análisis acerca de las ideas de los autores y los perfiles de individuos y comunidades. Se han dedicado miles de páginas a musulmanes, cristianos, extremistas, radicales, inmigrantes, «tipos delincuentes» y otros  temas por el estilo. Comunidades y grupos sociales enteros han sido estudiados por los organismos de inteligencia y las fuerzas policiales, con el resultado de que grandes sectores de la población han perdido su confianza en los estados e instituciones supranacionales y se han visto arrastrados a diferentes formas de  intensificación del conflicto y protestas. Hemos llegado a un punto en el que la principal actividad de las redes sociales es precisamente la elaboración de perfiles y su uso en vigilancia masiva. Gracias a esta combinación, los medios de comunicación y los políticos han construido carreras, recabado recursos y adquirido poder.

Así que queremos empezar por afirmar que el modelo del Cubo tan solo analiza problemas reales, es decir, es una herramienta de seguridad neutra. Los casos que se pueden analizar mediante el Cubo son comparables y recurrentes de acuerdo con el esquema definido por el acrónimo «CHEERS» que tiene en cuenta seis elementos para definir un problema como parte de los ejercicios de Cubo: Comunidad, daño, expectativas, acontecimientos, recurrencia, similitud.

  • Comunidad son los problemas que vive el «público», es decir, una estratificación de diferentes subgrupos (o subcomunidades) compuestas por individuos, mayorías y minorías, empresas, organismos gubernamentales, partidos y otros grupos.
  • Para poder formar parte del ejercicio, un evento tiene que tener impacto en miembros del público, causar daño a toda la comunidad o parte de ella. Tratamos los delitos graves como violaciones a la legislación, y la legalidad, incluidas las medidas preventivas jurídicas, es una característica definitoria de los problemas, a diferencia de los métodos actuales de prevención del delito basada en las situaciones (Clarke y Eck, 2003).
  • Las expectativas se refieren a lo que la comunidad (o una gran parte de sus miembros) espera que haga el sistema de seguridad para lidiar con las causas del daño.
  • Los acontecimientos hacen referencia a una cadena de incidentes de seguridad clasificados como «delitos graves» en la Convención de Palermo y la directiva europea 2017/541.
  • Recurrencia, implica que incidentes similares deben ser recurrentes en entornos similares. Pueden ser síntomas de un problema agudo o crónico. Sea éste agudo o crónico, a menos que se haga algo, estos acontecimientos seguirán produciéndose. Por esta razón resulta clave la prevención. Si no se espera recurrencia, podría ser innecesario resolver el problema.
  • La similaridad se refiere a que los eventos son similares o están relacionados entre sí. Pueden haber sido cometidos por una misma persona, haber tenido el mismo tipo de víctima, ocurrir en el mismo tipo de ubicación, en circunstancias similares, con el mismo tipo de arma, o tener uno o más factores distintos en común. Sin rasgos comunes, nos hallamos ante una compilación de acontecimientos aleatoria en lugar de un problema del Cubo. Con rasgos comunes, lo que tenemos entre manos es un patrón de acontecimientos. Los patrones de delito y desorden a menudo son síntomas de problemas.

Motivación como parte de la teoría racional

Además del modelo tradicional de CHEERS en prevención del delito basada en las situaciones, tenemos que introducir nuevos factores analíticos si queremos aprehender el carácter de las nuevas formas de «delitos graves», especialmente en el área de la prevención «pre-delito».

Esto nos lleva a introducir el aspecto de la motivación en las variables del Cubo, aquello que empuja a ciertas acciones, como contribución a la situación, en lugar de la elaboración de perfiles, junto con la preparación, dos componentes sustancialmente nuevos que forman parte de la dinámica del Cubo.

Además, la premisa del terrorismo queda definida por la reciente directiva (EU) 2017/541:

intimidar gravemente a la población, presionar indebidamente a los poderes públicos o a una organización internacional para que lleve a cabo o se abstenga de llevar a cabo cualquier acto, o desestabilizar gravemente o destruir las estructuras políticas, constitucionales, económicas o sociales fundamentales de un país o de una organización internacional. También se debe considerar delito de terrorismo la amenaza de cometer esos actos intencionados cuando quede establecido, sobre la base de circunstancias objetivas, que tal amenaza se produjo con cualquiera de esos fines terroristas. Por el contrario, aquellos actos destinados, por ejemplo, a obligar a los poderes públicos a realizar o abstenerse de realizar un acto que, sin embargo, no esté incluido en la lista exhaustiva de delitos graves, no deben considerarse delitos de terrorismo con arreglo a la presente Directiva.[1]

Para la delincuencia grave y organizada, la Convención de Palermo fija 3 criterios fundamentales para definir un amplio abanico de tipos de delito, todos en torno a la  finalidad de obtener beneficios materiales:

(a) Por “grupo delictivo organizado” se entenderá un grupo estructurado de tres o más personas que exista durante cierto tiempo y que actúe concertadamente con el propósito de cometer uno o más delitos graves o delitos tipificados con arreglo a la presente Convención con miras a obtener, directa o indirectamente, un beneficio económico u otro beneficio de orden material;

(b) Por “delito grave” se entenderá la conducta que constituya un delito punible con una privación de libertad máxima de al menos cuatro años o con una pena más grave;

(c)  Por “grupo estructurado” se entenderá un grupo no formado fortuitamente para la comisión inmediata de un delito y en el que no necesariamente se haya asignado a sus miembros funciones formalmente definidas ni haya continuidad en la condición de miembro o exista una estructura desarrollada.[2]

Los objetivos declarados son por lo tanto los principales elementos de diferencia entre ambos fenómenos, a menudo más allá de una fenomenología o logística básicas que en ciertas fases temporales y áreas geográficas podrían complementarse entre sí.

No obstante, también hay una importante diferencia entre objetivos y motivaciones. Por una parte, un delito de terrorismo puede, de hecho, ser asimilado en su ejecución a formas de delincuencia organizada. No obstante, y de acuerdo con su propósito, puede adoptar significados distintos (y consecuentemente, apelar a estrategias de reducción de daños diferentes). Para terminar, ambas pueden tener motivaciones primarias comunes, más allá de los objetivos declarados. Por ejemplo, tanto en el caso del terrorismo político como el de los delitos organizados de tipo mafioso, podría haber motivaciones comunes, tales como el control de recursos materiales e inmateriales, elementos de poder territorial o el control de sistemas políticos, pero con una naturaleza diferente o incluso contradictoria, de naturaleza estratégica o táctica.

En muchos casos, también recientemente, algunos grupos terroristas han intentado usar logísticas de delincuencia organizada para conseguir armas o recursos de varios tipos. En los casos más extremos, como por ejemplo el del terrorismo en Italia entre los años 70 y 80, incluso se dieron acciones comunes entre ambos, como por ejemplo cuando la Banda de la Magliana y los Nuclei Armati Rivoluzionari compartieron arsenales comunes. En cualquier caso, debido a la diferencia de objetivos entre los diferentes fenómenos delictivos, la policía consigue vencer a los grupos terroristas sacando partido de sus vulnerabilidades. La presión de las acciones policiales puede de hecho determinar un conflicto entre los objetivos de la delincuencia organizada y el terrorismo. La capacidad de actuar frente a las varias motivaciones finales de ciertos actores en la esfera criminal es una de las principales razones por las que el análisis de las motivaciones se debe considerar un instrumento de prevención.

Por esta razón, las motivaciones se han convertido rápidamente en un importante elemento de la prevención del delito basada en las situaciones, más allá de los problemas de establecimiento de perfiles.

Reducir provocaciones

Reducir frustración y estrés

  • Colas eficientes y servicio amable
  • Aumentar el número de asientos
  • Música y luz suave

Evitar peleas

  • Recintos separados para grupos de hinchas rivales
  • Reducir las aglomeraciones en bares
  • Tarifas de taxi preestablecidas

Reducir excitación y tentaciones

  • Controlar la pornografía violenta
  • Prohibir que los pederastas trabajen con niños
  • Asesoría acerca de cómo evitar la violencia sexual

Neutralizar presión de los pares

  • “Idiots drink and drive”
  • “It’s ok to say no”
  • Dispersar a los alumnos problemáticos en las escuelas

Desanimar a imitadores

  • Reparar rápidamente los objetos que han sufrido vandalismo
  • V-chips en los televisores
  • Evitar los delitos “copycat” censurando los detalles en cuanto al modus operandi
 

Mientras estudiaba prisiones y bares, Richard Wortley se dio cuenta de que el amontonamiento, la incomodidad y el maltrato provocaban violencia en ambos ámbitos.

Esto le llevó a argumentar que la prevención basada en las situaciones se había concentrado demasiado en las oportunidades para la delincuencia y había descuidado los rasgos de una situación que pudieran precipitar o inducir al crimen.

Como resultado de su trabajo, Clarke y Cornish han incluido cinco técnicas para reducir lo que llaman «provocaciones» en su nueva clasificación de técnicas basadas en las situaciones.[3] Estos factores son muy relevantes para la prevención.

La introducción de temas «ideológicos» dentro del modelo tradicional de prevención basada en las situaciones ha generado, a pesar de todo, alguna confusión, especialmente cuando las narrativas (ideas, religiones, posturas políticas) se confunden con las «motivaciones» que subyacen a la teoría racional. Con esta confusión, los modelos de prevención basada en las situaciones han reproducido los errores de la prevención socio-psicológica, y han evolucionado con frecuencia a una Prevención del delito de terrorismo, que es la última versión de los sistemas de vigilancia. En realidad, las narrativas, además de ser fácilmente intercambiables, son comunes tanto a delincuentes como a simples opositores o inocentes ciudadanos sin antecedentes. Por eso, si trabajamos en la elaboración de perfiles y nos concentramos en los autores, corremos el riesgo de chocar contra ciertos derechos fundamentales, además de pasar por alto la dinámica de los fenómenos delictivos, que están más enraizados en el entorno que en los autores.

Como hemos visto más arriba, una de las principales críticas que se le hacen a la estrategia británica «Prevent» es precisamente esto; haber adoptado modelos psicológicos como parte de la vigilancia masiva que se había probado ya en prisiones para estudiar a los delincuentes, pero que después se aplicaban en programas de vigilancia masiva para perseguir un «cambio en la población» y que esperaban investigar a los «delincuentes de alto riesgo» a partir de sus ideas, creencias y opiniones. Estas políticas han llevado a un aumento de los fenómenos delictivos, en lugar de a su reducción, puesto que han activado reacciones de «desafío» a gran escala entre las comunidades «sospechosas».

El modelo más reciente de STP [prevención del terrorismo basada en las situaciones] parece incurrir en el mismo error que otros modelos de prevención sociológica y psicológica previos, al incluir «prerrequisitos cognitivos» entre los «factores proximales del delito» en el análisis de delincuentes por omisión y no violentos y planteaban el problema de la «neutralización de ideas y sentimientos de oposición (Belli y Freilich, 2009, pgs. 188-189 sobre opositores fiscales). Básicamente, al evolucionar a STP, adoptó una serie de teorías de «correa de transmisión» con una gran carga ideológica, que se convierten en un factor criminógeno en lugar de en uno de prevención y protección.

En realidad, estas teorías actuales de prevención no son de gran ayuda a la hora de encarar la delincuencia en el mundo real, ya que tienden a encontrar causas en factores distantes relacionados con el perfil de los autores, tales como prácticas de crianza, perfil genético, ideología, creencias religiosas y procesos psicológicos y sociales. Todas estas cosas están fuera del alcance de la práctica cotidiana, necesitan construcciones ideológicas arriesgadas acerca de «indicadores de riesgo» conectados con la personalidad individual (o grupal) y exponen las actividades policiales al riesgo de infringir derechos fundamentales y convenios internacionales. Al final, obligan a las  instituciones neutras a convertirse en propagandistas de los gobiernos temporales.

Por esta razón concreta, que tiene consecuencias jurídicas y técnicas importantes, el Cubo mantiene la estructura preventiva clásica del proceso de prevención del delito basada en las situaciones rechazando la extensión STP, pero encuadrando las motivaciones y las subsiguientes «técnicas blandas de prevención» dentro de un nuevo modelo innovador y dinámico.

Dentro del modelo del Cubo, las creencias e ideas son parte de una interacción dinámica y ambiental y no se consideran «causas raíz».

 

Estos factores, muy delicados, están específicamente conectados con situaciones específicas, y no se consideran generadores de delitos. Las motivaciones son plurisemánticas, están conectadas a nivel temporal y de situación y por esta razón, este tipo de «indicadores» pueden ser manipulados por todas las partes rivales.

 

Ser radical en Roma o en Berlín es algo muy diferente de ser un radical en Damasco o El Cairo. La diferencia radica en que en Roma y Berlín existen la libertad y la ley, factores clave de legitimidad política y los pilares de la legislación.

«Por lo tanto, si eres chino, el principal peligro al que te enfrentas son los nacionalistas tibetanos, uigures y otros. Si te encuentras en Irak, entonces es la religión (el sectarismo es un peligro mucho mayor que la insurgencia). Si estás en España, Sri Lanka o Turquía, entonces es el nacionalismo secesionista. (…) Algunos de los fundadores de Israel, incluido un futuro primer ministro, Menachem Begin, subvirtieron violentamente un mandato de la Liga de las Naciones y volaron por los aires el hotel King David de Jerusalén, matando a más de 90 personas. Sería el equivalente de matar hoy a fuerzas de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas. Estas mismas personas también mataron a más de 100 árabes, principalmente hombres ancianos, mujeres y niños, en la tristemente famosa masacre de Deir Yassin. Pero no solo los israelíes son así de hipócritas. Todos lo somos. En realidad, el terrorismo siempre es lo que hacen los demás, nunca lo que hacemos nosotros. Quizás sea esa la única característica definitoria de esta actividad. Por esa razón en EE.UU. consideran a los fundamentalistas islámicos como parte del eje del mal, y también por esa razón, éstos los ven a su vez como al mismísimo diablo (…) Tenemos que admitir que nuestras actitudes también cambian cuando el terrorismo se sale con la suya. (…) Nelson Mandela, considerado como terrorista durante decenios por EE.UU., se convirtió en presidente de Sudáfrica, Nobel de la Paz, y posiblemente, también en el hombre más homenajeado del planeta. Además, nuestras actitudes cambian si el terrorismo nos afecta personalmente en lugar de afectar a algún otro que se encuentra lejos. Como ciudadano británico, soy muy consciente de cuántos estadounidenses, con la aprobación de su gobierno, aportaron fondos (millones de dólares) al IRA. ¿Tan poca memoria tenemos? ¿Tan poca moral tenemos, o por qué es tan flexible si no nuestra definición de terrorismo? Aparentemente, tenemos muy poco de ambas cosas». (Ross, 2009, pg. 232)

Hay casos de fluidez semejante en cuanto a la cooperación entre la mafia y la política nacional o internacional en Italia a partir de la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo en el papel que desempeñó la mafia americana en la liberación de Sicilia.

Todo intento de transformar estos elementos ideológicos en técnicas de seguridad rápidamente se convertía en operaciones puramente políticas o manipulativas por parte de alguno de los actores involucrados. Por lo tanto, su uso se convirtió en algo ambiguo: podían ser elementos de protección, pero también podían constituir un factor de aumento de riesgo, como veremos al analizar los actores.

Las motivaciones son relativas. Lo importante es cómo los diferentes actores las perciben frente a la teoría de la elección racional, que desde el principio contempla la evaluación de procesos de racionalidad irracional dinámicos (racionalidad «limitada» o «acotada») para las acciones de prevención. Es precisamente esto lo que constituye la base del modelo del Cubo:

«los autores se comportan en diversas situaciones (entornos ambientales físicos y sociales) de acuerdo con la forma en que los perciben. Perciben sus propias necesidades (quieren dinero porque son adictos) y perciben los entornos (cercanos y lejanos) como lugares que les ofrecen la oportunidad de llevar a cabo sus acciones, ya sean estas robos, atracos, o ataques terroristas. Por qué los autores deciden cometer un delito como forma de obtener dinero en lugar de buscarse un trabajo es una pregunta que la teoría de la elección racional deja sin respuesta. O al menos se considera menos pertinente que la pregunta de por qué el autor escoge robar en lugar de atracar, o por qué el terrorista prefiere bombardear un edificio en lugar de secuestrar un avión. Las acciones de los autores se ven condicionadas por su percepción de las oportunidades y limitaciones. Para un observador externo de su comportamiento, las acciones llevadas a cabo por los autores podrían parecer racionales o no parecerlo. El autor percibe este comportamiento como una forma racional de conseguir un objetivo.» (Freilich y Newman)

Vistos así, los fenómenos del terrorismo y la delincuencia organizada tienen un cierto nivel teleológico de «racionalidad» y «voluntad», incluso si al observador externo pueden parecerle completamente ilógicos o carentes de sentido, cuando las razones en las que se apoyan sus autores justifican las expectativas del individuo.

La aparente falta de lógica de un terrorista suicida en realidad enmascara la búsqueda lógica de un «bien» superior al que él/ella aspira de manera consciente o inconsciente (Becker, 1968, Tilley, 1997, pp. 95-107; Newman, 1997, p. 21). La diferencia entre consciencia e inconsciencia se corresponde exactamente con la que existe entre narrativas y motivaciones. Esto constituye una distinción crucial para entender qué quiere decir un «autor motivado».

Existe de hecho una diferencia sustancial entre motivaciones y narrativas que justifican determinadas acciones en un determinado momento. Lo importante es cómo las usan las partes interesadas: el poder gubernamental puede utilizarlas para conseguir aprobación para sus propias políticas de seguridad, mientras que los autores, por su parte, pueden usarlas para justificar acciones delictivas que la mayoría consideran inmorales. Las narrativas, en las que la elaboración de perfiles se concentra a menudo (musulmanes, cristianos, extremistas, radicales, etc.) pueden adoptarse de manera temporal para justificar o motivar una naturaleza completamente diferente, o simplemente, para llamar la atención, a partir de mecanismos de emulación cuyas motivaciones coincidan con necesidades primarias. En otros casos, las narrativas se usan para provocar a quien se contempla como enemigo, o también para forjar alianzas y reunir apoyo, como sucede a menudo en prisiones o en el panorama político internacional. Recientemente, muchos regímenes de Oriente Medio (por mantener el debate en esas latitudes) han hecho uso de narrativas relacionadas con la seguridad para justificar guerras o dictaduras.

Por lo tanto, si nos concentramos excesivamente en las narrativas declaradas en lugar de en las motivaciones que constituyen la base de la «teoría racional», probablemente acabemos desorientados, porque a menudo las narrativas que se usan no son más que «provocaciones» o «justificaciones» adoptadas de manera artificial. No debemos olvidar que perseguir de cerca a las «correas de transmisión» o los «choques de civilizaciones», además de ser contraproducente, puede resultar del todo ineficaz.

Pese a que el vínculo entre las películas violentas y la violencia en la sociedad es algo que se discute mucho, hay pruebas de delitos por imitación o copycat: las noticias de delitos inusuales provocan imitaciones en otros lugares. También se ha demostrado, por ejemplo, que los estudiantes que ven a sus profesores llevar a cabo actividades informáticas ilegales tienen más probabilidades de cometer delitos informáticos, y que los peatones tienden a seguir al que cruza el semáforo en rojo.

El 27 de diciembre de 1996, Maria Letizia Berdini murió por el impacto de una piedra que le fue lanzada desde el paso elevado de una autopista en Tortona, Italia. La noticia recibió una cierta cobertura mediática en la prensa y desde entonces se multiplicaron los incidentes semejantes por emulación: Hasta el 31 de agosto de 2017 se habían registrado 63 casos, y un total de 85 en 2016, prácticamente uno cada cuatro días.

No obstante, la policía italiana detectó un patrón cíclico en estos fenómenos, relacionado con factores geográficos, de información y territoriales, aunque reconocieron la heterogeneidad de los autores y las razones que aducían para justificar sus acciones.

Por lo tanto, las motivaciones, liberadas de cualquier aspecto ideológico, se traducen en una serie de correlaciones  relacionadas con el proceso delictivo y se describen como tales en simulaciones.

TERCER CAPÍTULO  DEL MANUAL:

Las narrativas no son motivaciones. Las narrativas son polisémicas y todos los actores pueden pueden explotarlas y manipularlas, mientras que las motivaciones son necesidades racionales que encuentran la forma de abrirse camino hasta sus objetivos a través de factores de oportunidad.

Evaluar la preparación

En este contexto fluido, el vínculo entre prevención y delito se desarrolla en el enfoque de prevención del delito basada en las situaciones a través de la introducción de parámetros de «preparación», una categoría analítica que se puede adaptar prácticamente a todos los modelos de prevención.

Esta categoría también se presta a confusión, ya que la «preparación» es uno de los indicadores de elaboración masiva de perfiles en la estrategia «Mappa» adoptada por el Ministerio de Interior británico y otras agencias de información.

Habitualmente, la «preparación» de individuos y grupos se expresa en función de tres niveles, a menudo mediante mapas visuales coloreados:

  1. Individuos preparados para cometer delitos sin ser conscientes de ello. Esto incluye señales ambientales que pueden provocar o incitar a los individuos a emprender acciones (Wortley, 1997, p. 66).
  2. «Factores distales», que colocan a los individuos en diferentes estados de preparación (Wortley, 2011) y potencialmente más reactivos ante factores de oportunidad que podrían llevar a individuos y grupos a una mayor propensión a cometer delitos (Tilley, 1997, pp. 95–107).
  3. Individuos que operan con un nivel de preparación consciente como resultado de la evaluación de formas alternativas de subsanar una necesidad percibida, inclusive la venganza de agravios reales o percibidos. Este estado consciente recibe el impacto de una multitud de factores de contexto y situación (Cornish & Clarke, 1986, p. 3).

Recientemente, los servicios de inteligencia canadienses han desarrollado un modelo de «preparación» basado en CÓMO se preparan los delitos, en lugar de en POR QUÉ se cometen[4]:

«Por ejemplo, en una situación de planificación de atentado, los indicadores de movilización a la violencia pueden incluir la compra de suministros, exploración de objetivos o grabación de un vídeo de martirio. Es importante apuntar que un ataque terrorista de baja tecnología puede no necesitar más que un cuchillo o un vehículo. Este tipo de ataque es especialmente difícil de anticipar, pero a menudo hay indicadores, incluso en los ataques terroristas más sencillos.

Una persona que se prepara para la violencia también puede desear disimular sus actividades frente a las autoridades o a la gente que les rodea. En esos casos, pueden aparecer indicadores de disimulo o engaño. Por ejemplo, la persona podría usar software para encriptar sus comunicaciones, inventar una coartada para justificar su salida de Canadá o crear un alter ego». (CSIC, 2018)

Así pues, desde nuestra perspectiva de gestión de eventos, la «preparación» recae claramente en la categoría CÓMO de los descriptores de vías delictivas, e identifica con precisión varios tipos de delito. En este sentido, se trata de un factor que difiere profundamente de los identificados en las teorías de «correa de transmisión» que se centran en preceptos psicoideológicos.

Siguiendo los diferentes modelos de evaluación de riesgo presentes en Europa, “preparación” y “motivación” (en el marco de herramientas del Cubo) son correlaciones que se aplican a todos los actores, no solo a los autores. Especialmente, la “preparación” es un elemento de correlación muy importante en lo que se refiere a las acciones de prevención en el contexto previo al delito.

CAPÍTULO CUATRO DEL MANUAL:

Lo que determina la urgencia de una acción preventiva es el grado de preparación y la percepción subsiguiente de peligro inmediato. Lo que le pedimos a la prevención es que identifique este grado mediante un análisis de la forma concreta en la que se cometen los delitos. La “preparación” también reviste de una enorme importancia desde el punto de vista jurídico a la hora de defender acciones de prevención en un tribunal.


[1] Considerando 8 de la Directiva

[2] Convención de Naciones Unidas contra la Delincuencia Transnacional Organizada, art. 2

[3] Richard Wortley, A Classification of Techniques for Controlling Situational Precipitators of Crime, Security Journal, 14: 63–82, 2011

[4] Canada Security Intelligence Service, MOBILIZATION TO VIOLENCE (TERRORISM) RESEARCH, principales resultados, 2018